Aquí deixo l'escrit de Richard Wolfsdor a La Vanguardia:
Vivo en la calle Córcega. Ayer salí de trabajar, y bajando por la Diagonal: semáforos apagados, la policía desbordada y bastantes comercios cerrados. Al llegar a casa, tampoco tenía luz. No podía cocinar sin microondas ni vitrocerámica, y la nevera empezaba a oler a podrido.
Me tumbé en el sofá. A media tarde salí a buscar víveres y me encuentro en la puerta de casa un cartel de Fecsa-Endesa que me pide la lectura del contador. Un rato después subí a casa, cogí un rotulador y escribí lo que se ve en la imagen: "No puedo dar la lectura porque no veo el contador. También he tirado todo lo que tenía en la nevera".
Fui a cenar al centro, cuando volví, parte del Paseo San Juan era territorio oscuro, ni siquiera la Guardia Urbana tenía "pirulos" iluminados para gestionar el tráfico. Llegué a casa, y seguía sin luz. Añadí la hora y la fecha.
Luego pensé que el del contador no tendría culpa de nada, hasta él podría estar sin luz. También pensé que en Detroit o los suburbios parisinos, quizá, en lugar de una cacerolada hubiera habido una revuelta con saqueos.
Me quedé mirando las velas que encendí en casa a medianoche. Tranquilo. Qué absurdo irritarse mientras en Gaza, como en tantos otros sitios, no tienen luz ni agua ni nada.
Pero en nuestro primer mundo las empresas de consumo calculan al milímetro todos nuestros gastos, pagas una fianza por tener un contador, te hacen estimaciones si no apuntas la lectura, etc… Nunca van a salir perdiendo, lo tienen todo controlado para exprimir su servicio al máximo.
Esta mañana me he despertado sin luz. Probablemente les pondrán una multa. Luego, el gobierno de turno podrá invertir ese dinero, por poner un ejemplo, enviando publicidad por correo de su buena gestión.
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