Ahir quatre de desembre
de dos mil onze ens llevàvem amb la tràgica notícia de la mort de
Sócrates, un dels millors jugadors de la història del futbol.
Servidor, nascut l'any
vuitanta, és massa jove per recordar el seu mundial del
vuitanta-dos, el del vuitanta-sis, tot i haver-lo vist, els records
són més provocats pels visionats ulteriors que també m'han permès
descobrir aquell Brasil que féu meravelles al mundial espanyol.
Amb els ensenyaments de
mon pare i mon germà vaig descobrir que aquell jugador amb nom de
filòsof era un artista a la gespa com molt poques vegades es poden
veure i gaudir.
Aprofito avui per
recuperar un text que el periodista Quique Peinado publicava fa poc a
la revista Mediapunta com a elogi de l'excels migcampista que
acabava de superar una hemorràgia digestiva.
No te
mueras nunca, Sócrates
Le llamaban El Doctor,
por su elegancia en el campo y porque cursó la carrera de Medicina.
Leía filosofía y creía que a la democracia se podía llegar
también desde el vestuario.
Habrá quien piense que a Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza
Vieira de Oliveira no lo vimos jugar, sino que lo soñamos. Es
posible. Imaginen a un tipo que era jugador per defendía su derecho
a fumar y beber sin tener que esconderse, daba patadas al balón para
luchar por la democracia, leía filosofía y estudiaba medicina,
componía canciones y tiraba penaltis de tacón. Enseñaba al mundo
que el mejor equipo no es el que gana: es el que no se olvida.
Los grandes jugadores se construyen en la estadística y la
telegenia, en los títulos y las imágenes bellas. Los mitos se
construyen en el corazón de los hinchas. Y yo, cuando veo una imagen
de Sócrates vestido con la camiseta de Brasil o la del Corinthians,
revivo lo que ningún otro jugador me ha hecho sentir jamás, igual
que cuando reviso al Brasil del Mundial de España de 1982: Sócrates
no jugaba al fútbol. Era el fútbol.
El 5 de septiembre nos desayunamos con la noticia de que Sócrates
estaba ingresado en cuidados intensivos por una grave hemorragia en
el sistema digestivo. A sus 57 años, su cuerpo le hacía pagar sus
excesos, aunque ya hacía tiempo que bebía cerveza sin alcohol
atendiendo a su propio consejo de médico. Llegó a estar en cuidados
intensivos. Por suerte se recuperó, como si le hubiera parecido poco
poético morirse así, y al poco tiempo ya estaba tuiteando al mundo
que se encontraba bien. En la red social sigue mostrándose como lo
que es; un tipo a contracorriente. Recomienda canciones de ska,
difunde mensajes muy a la izquierda de Lula y recoge el cariño que
le profesa medio mundo. En cierta coasión se mostró estusiasmado
por la cantidad de mensajes de españoles que recibía. Aquellas
tardes de Sarrià en 1982 marcaron algunas mentes futboleras en la
piel de toro.
Pero Sócrates es un icono global en lo futbolístico y lo
artístico. Un ejemplo es el de Múm, un grupo de música
experimental islandés. Unos tipos raros. Uno de sus dos miembros
fundadores, Örvar Ƥóreyjarson,
en un poeta y músico de 34 años que siempre sintió que Sócrates
era su hombre en el césped, la representación de la poesía en
pantalón corto. En 2009 cumplió el sueño de hacerle una
entrevista. Juntos repasan su carrera y cada frase del ex futbolista
es un pequeño tratado de filosofía aplicada al juego que llavó a
otro nivel.
“ El fútbol se da el lujo
de permitir ganar al peor. Nada más marxista o gramsciano que el
fútbol.”
En el Mundial de 1982, nadie
jugó al fútbol como Brasil. Quizá, ningún otro equipo de la
historia lo hizo, aunque sea una selección desterrada del Olimpo
oficial por haber caído en la liguilla de cuartos de final contra el
futuro campeón. Italia era peor que Brasil. Aunque ganase el
Mundial. Y Sócraes lo sabía. Así, aplica a una derroto dolorosa la
poética de la justicia marxista. Y de paso cita a Gramsci, padre del
comunismo italiano. Que duele más.
“Los futbolistas somos
artistas, y los artistas son los únicos trabajadores que tienen más
poder que sus jefes.”
En 1982, el Corinthians
estrenaba presidente: Waldemar Pires, que puso al mando de las
decisiones deportivas a Adilson Monteiro Alves, un tipo de mentalidad
abierta que abogaba por darle poder a los jugadores. Así, idearon un
sistema de funcionamiento en el que todos los empleados del club,
desde el mejor jugador al último utillero, tenían un voto que valía
igual en las asambleas en las que se tomaba cada decisión del club.
Sócrates era la cabeza pensante en el vestuario. Juntos decidían
las contrataciones, los hábitos del equipo y hasta las horas del
entrenamiento. El experimento funcionó: el equipo fue campeón
paulista en 1982 y 1983.
Además, el apoyo del publicista
Washington Olivetto hizo que el equipo se posicionara políticament
de una manera muy original: en algunos partidos, llavaban impreso en
la camiseta un mensaje político, a favor de la instauración de la
democracia en un país que vivía bajo el yugo de una dictadura
militar desde 1964. El lema de la Democracia Corinthiniana era “ganar
o perder, pero siempre con democracia”.
Sócrates solía llevar una
cinta para el pelo en la que escribía lemas reivindicativos contra
la violencia, el Apartheid sudafricano o pidiendo comida para
Etiopía.
“En Brasil, los bebés con
pañales ya quieren irse a jugar a Europa.”
Sócrates jugó en la Fiorentina
una temporada, pero nunca se adaptó a un fútbol que propugnaba la
preparación física y la disciplina y señalaba el al hedonismo y la
disidencia. Su carrera desmitifica el triunfo, el éxito y el dinero.
El brasileño renegó de cualquier orfen que contradijera su
conciencia. En el Mundial de 1986, el famoso gol que no le dieron a
Míchel contra Brasil fue contrarrestado por uno de Sócrates que dio
el triunfo a la canarinha. El mediocampista venció por su equipo,
pero en la sala de prensa se negó a dejar tirado a un conjunto, en
este caso el rival, que se sentía de verdad atracado. “Este
Mundial está hecho para que nosotros y México lleguemos muy lejos”,
reconoció, dando a entender que los colegiados iban a favorecer a su
selección.
La historia quizá nunca haga
justicfia a ese barbudo de metro noventa y un 38 de pie que la tocaba
de tacón porque la puntera le parecía grosera. Su palmarés no es
el de uno de los más grandes de todos los tiempos. Pero su huella,
las sensaciones que provocó y lo que significa en la historia social
del fútbol hacen de él una leyenda y un ídolo de otra pasta. Para
muchos, para mí, es el mejor. No te mueras nunca, Sócrates.
Descansi en pau,
Sócrates. Fes gaudir allà on ara siguis amb el teu futbol com ho
feres aquí i duu la democràcia allà on encara no ha arribat.
P.S.: En el mateix
article apareixia el següent requadre: Mundial de
2014: Otro Maracanazo. Preguntaron a Sócrates sobre el Mundial de
fútbol que en 2014 volverá a jugarse en su Brasil. El país vive a
contracorriente de la profundísima crisis europea y norteamericana,
en una especie de nurbuja que eleva la autoestima de sus
compatriotas. Aunque aún resdta tres años para que empiece a
jugarse y todavía la canarinha anda buscando su magia perdida,
muchos confían en que esa Copa se quede en casa. Sócrates no. dijo
en una entrevista con el portal Gazeta Esportiva: “El Mundial será
una vergüenza en términos organizativos y la final será Argentina
2-Brasil 0, con dos goles de Lionel Messi. Escribiré un libro sobre
eso”.
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